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La taurina es un compuesto orgánico que interviene en la formación de la bilis y en otras muchas funciones.[2][3] Sin embargo, su presencia como alimento (en esos mismos tejidos) es baja y es sintetizada por casi todos los organismos.[4]
En ciertas condiciones, los organismos no la logran sintetizar y por ese motivo se la considera semiesencial o circunstancialmente esencial. Similarmente, los felinos, incluidos los gatos, no la producen y debe estar incluida en su dieta. El aporte dietético de taurina es importante desde los animales marinos, tanto mariscos como pescados; también se la produce en forma sintética.
Siendo un precursor de la bilis, su insuficiencia ralentiza la digestión. Así mismo, se han observado trastornos y síntomas cardiocirculatorios como hipertensión o dolor torácico así como disfunción renal y anomalías del crecimiento.[5] Se han descubierto una variedad de funciones en el sistema nervioso central desde su desarrollo, en la citoprotección y el daño severo a las neuronas de la retina cuando no es suficiente.[6] Su exceso incrementa la cantidad de ácido úrico y causa artritis.
Su nombre deriva del latín taurus (que significa toro) porque fue aislada por primera vez de la bilis del toro en 1827 por los científicos alemanes Friedrich Tiedemann y Leopold Gmelin. Se ha determinado la presencia de la taurina en algunos pequeños polipéptidos, pero hasta el momento no se ha identificado ninguna aminoacil ARNt sintetasa responsable de incorporarla en el ARNm.[7]
En la literatura científica muchas veces se la clasifica como un aminoácido,[8][9][10] pero al carecer del grupo carboxilo, no es estrictamente uno.[11] Es un derivado del aminoácido cisteína que contiene el grupo tiol; y es el único ácido sulfónico natural conocido.[12]